CONVENTO SANTA TERESA. COCHABAMBA, BOLIVIA
LA ORDEN Y 258 AÑOS DE HISTORIA
"Corría el año de 1760 cuando las tres primeras religiosas carmelitas y dos novicias llegaron a la Villa de Oropesa (Cochabamba), procedentes del Monasterio de la Plata (Sucre), tras un arduo viaje de 60 leguas y 14 dias. Un viaje del que una de ellas, la priora Maria Antonia de Jesús, no logró recuperarse y falleció a los seis días de su llegada.
Esta pérdida sin embargo, no detuvo a las otras dos de seguir con su infatigable trabajo de admisión de nuevas postulantes a la vida religiosa. Pero, ¿de dónde sacaban estas estoicas monjas su tenacidad y dedicación a la misión que se les había encomendado?"
La Orden de los Carmelitas Descalzos se remonta a la época de las cruzadas y fue fundada en el siglo XII por la reforma que Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz hicieron de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, conocida también con el nombre de Virgen del Carmen. La nueva regla buscó retornar a la vida centrada en Dios con toda sencillez y pobreza, como la de los primeros ermitaños del Monte Carmelo en Israel, que se retiraron a vivir en ese monte, inspirados en el ejemplo del profeta Elias.
Cuando nació la orden, los cruzados y ermitaños decidieron que Maria ocuparía un lugar central en la organización y que vivirían y predicarian la "devoción mariana", estableciéndose así con el nombre de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen Maria del Monte Carmelo".
De esa devoción de María en la montaña, gradualmente se iría vinculando a la Virgen con el Monte Carmelo, que luego la devoción popular acuñaría con la designación Maria del Carmen o Virgen del Carmen.
Las nuevas postulantes cochabambinas eran mujeres, adolescentes y niñas desde los diez años de edad, que ingresaban al convento de clausura, de donde nunca más volverian a salir, renunciando al mundo exterior para dedicar por entero sus vidas al Señor mediante la oración y el trabajo, en un ambiente de austeridad y silencio, bajo el lema "Ora et labora." Por lo general, ellas provenían de ricas familias de la clase alta de la sociedad de esa época, ya que uno de los requisitos de admisión era la entrega de una dote.
Las religiosas fundadoras, encontraron una iglesia construida provisionalmente en 1751, mientras se construia una iglesia más grande e importante, pero no encontraron un convento donde habitar, por lo que vivieron siete años en una casa de la plaza principal, donada por don Bartolomé Fiorilo Pérez.
Mientras tanto, la gran-iglesia barroca, ideada y diseñada por el arzobispo de Charcas Gregorio Molleda y Clerque, ya empezaba a enfrentar dificultades en la construcción debido a su extravagante forma polilobulada de base eliptica. Este era un estilo vinculado a la influencia del barroco europeo, sustentado en la contra reforma jesuitica que intentaba consolidar los principios de ruptura del arte clásico renacentista y de la arquitectura religiosa, que no recurría más a los modelos tipológicos dominantes inspirados en las plantas octogonales de cruz latina vigentes desde el Siglo XII, con la aparición de las primeras iglesias cristianas del románico.
En la Villa de Oropesa, su constructor inicial, el religioso jesuita Santiago Cambiasso-no lograba solucionar las condiciones estructurales para la complicada cúpula polilobular, y no pudo plasmar este audaz esquema barroco elíptico, nunca experimentado en esta región de América, donde se construian iglesias cuadriláteras y longitudinales. Los constructores tuvieron que abandonar la obra sin terminar porque las paredes no pudieron soportar el peso del elaborado techo en forma de tomate.
Treinta años después, en 1790, la primera iglesia provisional se derrumbó y ante la urgente necesidad de tener un espacio para las prácticas religiosas de las hermanas carmelitas, otro arzobispo de Charcas, Fray José Antonio de San Alberto, fue el mecenas e impulsor de la nueva iglesia, pagando de sus propios fondos la ejecución de la obra, así como la adquisición y formación de la plazuela ubicada en frente de la fachada principal, además de la compra del solar y construcción de la casa parroquial próxima al convento. Como ya existía la planta sólida de 11,30 metros de la iglesia polilobular, se decidió construir dentro de la misma, una estructura longitudinal de una sola nave, alineada a la nueva corriente del neoclásico que recién se iniciaba en Bolivia.
Y así transcurrieron 250 años de vida del convento, hasta que a comienzos de la década del 2000, un tercer arzobispo, monseñor Tito Solari, impactado por el deterioro en los ambientes y en la estructura de este patrimonio histórico, cultural y espiritual de Cochabamba, decidió promover su restauración. Luego de 15 años de gestiones, el director del convento y coordinador de la restauración, Padre Linton Guzmán, consiguió el financiamiento a través del Fondo del Embajador para la Preservación Cultural del gobierno de los Estados Unidos de América.
EL MONASTERIO
El Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa, situado en la ciudad de Cochabamba, constituye el conjunto colonial religioso de mayor significación en la región, tanto por sus relevantes méritos patrimoniales en el orden arquitectónico como por los que posee como reservario de arte sacro. Por estas características, el 17 de diciembre de 1967, se declaró al convento como "Patrimonio Nacional Monumental, Histórico, Cultural y Arquitectónico del Estado Plurinacional de Bolivia".
La importancia patrimonial del Monasterio radica en la persistencia original y auténtica de gran parte del conjunto arquitectónico, que no ha sufrido transformaciones significativas, y en la morfologia única de su iglesia polilobulada que, pese a no haber sido concluida de acuerdo al proyecto original, representa uno de los escasos ejemplos de planta barroca en América por cuya singularidad es considerada como objeto de importantes estudios académicos realizados por cronistas urbanos y arquitectos historiadores.
LA RESTAURACIÓN
Una de las formas de entender una obra de arquitectura es revivir los pensamientos que impulsaron las maneras de construir de la época. Entender esa obra significa también observar con detenimiento sus detalles constructivos, las probables intervenciones que ha sufrido y las modificaciones que presento. Es como si se interpretaran los contenidos de las páginas de un libro y se las comparara con el contenido de otro libro, escrito en otra época y posiblemente con otros criterios o estilos. Se trata de descubrir a través de los materiales unidos y utilizados en esa obra, las técnicas, criterios y estilos arquitectónicos, y la funcionalidad de los espacios. Se trata, a fin de cuentas, y con todos estos elementos juntos, de interpretar o entender a los arquitectos encargados de la obra, y por intermedio de ellos, interpretar y entender el pensamiento de la época.
En términos más concretos, la forma de reconstruir la historia de un hecho arquitectónico es encontrar algunas evidencias que se logran mediante la observación de pozos de sondeo, la cala en muros y revestimientos, con apoyo arqueológico e histórico, y con el respectivo registro dimensional y fotográfico.
El Convento Museo Santa Teresa, gracias a la ayuda de la Embajada de Estados Unidos, a través del Fondo del Embajador para la Preservación Cultural, está pasando por una etapa muy importante de su larga historia.
La restauración, que ha tomado cuatro años, está lista para ser expuesta al público. Paso a paso se van preparando los ambientes donde se expondrán los objetos, cuadros y utensilios, que durante años fueron llegando al Convento de Santa Teresa de las Carmelitas Descalzas.
Los trabajos de restauración, fueron dirigidos por el arquitecto Mario Moscoso y un grupo de profesionales bolivianos, que empezaron el año 2014, por el estudio de los datos históricos, para comprender la obra arquitectónica en su verdadera magnitud y su intangible esencia espiritual.
Los techos recuperan la permeabilidad que tuvieron allá por el siglo XVII, las cañas huecas que llegaron a terminar su tiempo de vida han sido reemplazadas por nuevas; las vigas, que por el peso de los años se deformaron, dejaron su lugar a otras; los aleros que por falta de recursos fueron sustituidos por calaminas hoy lucen de nuevo son su base de madera, las tejas fueron bajadas al suelo y tratadas para volver a subirlas a la cubierta.
Los muros imponentes hoy respiran, ya que tienen canales en sus perímetros que permiten la entrada de aire para sacar la humedad que los estaba deteriorando, las superficies que en los años fueron cubiertas capa tras capa, recuperan sus texturas originales. Las maderas que fueron ocultadas porque parecían viejas, recuperan su protagonismo como sostén de entrepisos y dinteles de puertas y ventanas.
Los pisos de ladrillo pasteleros, recorridos durante mucho tiempo en algún momento fueron cubiertos con cemento lucen nuevamente pulidos y rejuvenecidos.
Los arcos de piedra, de ladrillo, las gradas escondidas, las puertas tapeadas, y las pinturas cubiertas, se dejan ver para contar una historia del tiempo que pasó y que perdurará en el Museo Convento Santa Teresa.
Fuente: Convento de Santa Teresa, Cochabamba
D.S. y N.V.