CASTILLO DE SAN FELIPE DE BARAJAS. CARTAGENA DE INDIAS. COLOMBIA

El castillo de San Felipe de Barajas de Cartagena de Indias, de encuentra aquí, relativamente cerca del casco histórico.

La primera mitad del siglo XVII se caracterizó por la protección de la bahía interior de Cartagena. 




Desde 1603, y durante treinta años, el ingeniero militar Cristóbal de La Roda y Tiburcio Spanochi construyeron fuertes menos vulnerables, intentando resguardar el estrecho de Bocagrande por medio del fuerte de Vargas – que sustituyó al de San Matías – y la plataforma – efímera – de Santángel, en Tierrabomba. 

En el Castillo San Felipe se incorporan sistemas de la defensa adelantada para cortar el avance del enemigo hacia la plaza fuerte. Sus baterías cubren el terreno frente a él y se protegen entre sí. A través de galerías subterráneas se podían detonar minas, para hacer volar el terreno debajo del asaltante. Dotado de 62 cañones de todo calibre, era el factor más importante en la defensa de Cartagena de Indias.

Su edificación fue fruto de la necesidad, del miedo y de llos nervios que afloraban en una ciudad amenazada por la guerra durante trecientos años.


En el año 1626, se construyó el fuerte de Santa Cruz o Castillogrande en Punta del Judío, así como el fuerte de San Juan de Manzanillo en 1631, y el de San Francisco de Manga en 1637. 
Por su parte, en la segunda mitad del mismo siglo, dos galeones portugueses quedaron encallados en el estrecho de Bocagrande, generando la formación de una barrera de arena que impidió la navegación del mismo. Este hecho fortuito favoreció la apertura del estrecho de Bocachica, por efecto de las mareas, y captó la atención defensiva de la ciudad, construyéndose, en 1646, el castillo de San Luis de Bocachica que fue destruido por el francés De Pointis, en 1697.
Además del estrecho, también surgió una creciente preocupación por las incursiones por tierra, siendo el cerro de San Lázaro la mejor ubicación para ello por lo que, en 1657, se construyó el primer castillo de San Felipe de Barajas

De igual manera, en la primera mitad de siglo, se construyen la mayor parte de los baluartes de la ciudad: San Felipe – actualmente Santo Domingo -, Santa Catalina, Santa Clara, San Lucas, San Francisco Javier y San Andrés. En Getsemaní, se levantaron los baluartes de El Reducto, Barahona, Santa Isabel, así como la puerta y batería de La Media Luna de San Antonio o San Francisco. 
Finalmente, en 1655, se realiza el primer intento de la muralla de La Marina que cerraba el recinto de la isla de Calamarí.

Tras los ataques de los franceses e ingleses, la ciudad y los fuertes de la bahía se intentaron reconstruir durante todo el siglo XVIII, reparándose por ingenieros militares como Juan de Herrera, Juan Bautista MacEvan o Antonio de Arévalo entre otros, quienes convirtieron a Cartagena en una plaza fortificada. De este modo, se repusieron los daños del lado poniente de la ciudad y la muralla de La Marina, que había sido destruida por un temporal. Para esta última, Antonio de Arévalo levantó una escollera submarina paralela y creo el espigón de La Tenaza. 
En 1704, Juan de Herrera levantó la actual puerta del Puente o Puerta del Reloj, de tres bóvedas y decorada con una portada dórica modificada posteriormente. En la bahía, los ataques habían inutilizados los fuertes de Santa Cruz, Manzanillo y San Luis, por lo que el primero se utilizó como depósito de pólvora, y los otros dos fueron reparados, añadiéndose, además, el fuerte de San José al otro lado del estrecho de Bocachica y colocándose las baterías de San Felipe, Santiago y Chambacú en la costa exterior de Tierrabomba. 
Éstas y San Luis desaparecieron, de manera definitiva, en la incursión de Vernon en 1741 contra Blas de Lezo. En el año 1744, se reemplazó el antiguo Fuerte del Boquerón por el de San Sebastián del Pastelillo, en la isla de Manga y, en 1751, se reconstruyó y se aumentó la batería de San José, construyéndose en 1753 el nuevo fuerte de San Fernando de Bocachica y, en 1778, la batería del Ángel de San Rafael en el cerro del Horno en Tierrabomba, cerrándose así el circulo defensivo de Bocachica

También se amplió el castillo de San Felipe Barajas con galerías, pasadizos, rampas de acceso y baterías colaterales así como, dentro del recinto amurallado, se construyó el Cuartel de Las Bóvedas, formado por veinticuatro bóvedas destinadas a albergar tropas, víveres y pólvora. 
Finalmente, se construyó la escollera submarina de Bocagrande, un dique submarino que cerró el estrecho de Bocagrande, imposibilitando de manera permanente la entrada de barcos. Durante los primeros años republicanos, en el siglo XIX, Cartagena de Indias se convirtió en una ciudad marginal, hecho que permitirá su conservación hasta finales del siglo XIX y principios del XX, cuando comienza su resurgimiento, en el periodo conocido como “La Regeneración”.
De igual modo, las nuevas corrientes urbanísticas de la época se centran, a partir de 1883, en la demolición de partes de las murallas, basándose en la expansión e higienización de la ciudad. Los primeros derribos corresponden a los baluartes de San Francisco de Barahona y Santa Isabel, así como el revellín y la batería de La Media Luna y la contramuralla de San José, todos ellos en Getsemaní. 
Ya en el año 1910, se derriba el tramo de murallas entre San Ignacio y San Francisco Javier y, cuatro años más tarde, se inician las obras entre San Pedro Mártir y San Fernando Apóstol, demoliéndose los baluartes de San Pablo y San Andrés, y sus cortinas en 1925.

Durante esta época, se comienzan a desarrollar las primeras barriadas de invasión, especialmente a lo largo de las murallas de La Marina y en el Pie de Cerro y del Espinal.

En medio de estas intervenciones, surgen las primeras normativas colombianas en defensa del patrimonio , siendo la Ley 48/1918 la primera en considerar las fortalezas como monumentos, aunque no será hasta la Ley 32/1924 cuando se prohíba expresamente la demolición de murallas, castillos y demás fuertes de la ciudad y su bahía. Esta última ley, además, concede la responsabilidad de la conservacuón, embellecimiento y limpieza a la Sociedad de Mejoras Públicas, que en Cartagena reunía al sector de opinión más historicista. Así, desde 1925, el ente realizará un plan de restauración de monumentos, evidenciando un interés por la gestión de las fortificaciones, centrado en un primer momento, en el recinto amurallado y, posteriormente, en el castillo de San Felipe Barajas, elementos a los que ya vislumbraba como parte de un turismo cultural naciente. 
Por su parte, los fuertes de Bocachica, en situación de abandono, comenzaron a ser también higienizados y arreglados según lo dispuesto en las normativas 5/1940 y 107/1946 y que, junto con la Ley 1 86/1959 de declaración del sector antiguo de Cartagena como centro histórico, protegieron a escala nacional todo el patrimonio defensivo.

Sin embargo, no será hasta la década de 1960 en la que se produzca un impulso al turismo cultural, cuando la Sociedad de Mejoras Públicas comienza a regular las visitas y entradas a los monumentos organizando, además, en el año 1963, una visita promocional de la ciudad donde las murallas y el castillo de San Felipe son alzados como iconos turísticos. En la bahía, se producen nuevas restauraciones, generalmente a partir de fondos privados y con diversidad de usos, como Castillogrande o Santa Cruz – Club Recreativo Naval – San Sebastián del Pastelillo – Club de Pesca – y San Juan del Manzanillo – integrado dentro de la Casa de Huéspedes Ilustres, ya en el año 1978. 
En 1984, la ciudad consigue la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde se protege además del conjunto monumental, el puerto y todas las fortalezas de la bahía, lo que refrenda el papel que el conjunto defensivo tiene dentro del patrimonio cartagenero. Pero, además, esta declaración reforzará, especialmente para el turismo internacional, la imagen turística de Cartagena de Indias que pasará a ser reconocida, en primer lugar, como una ciudad histórica. 

Desde los años 90 hasta la actualidad, las murallas y el fuerte de San Felipe, revalorizados patrimonial y turísticamente, han sido encumbrados como hitos turísticos, mientras que el resto de fortificaciones han tenido un tratamiento desigual. No obstante, se ha proseguido con las labores de restauración, a través de diferentes entes, como la batería del Ángel San Rafael o el baluarte de Santa Catalina – utilizado para albergar el Museo de Fortificaciones -, además de procederse a la iluminación de San Felipe.


LOS CAÑONES DE LAS FORTIFICACIONES

Los cañones usados en las fortificaciones del Caribe fueron fundidos en fábricas españolas.

Los primeros en llegar a Cartagena fueron cañones de hierro colado y funcionaron desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII.

Para el siglo XVIII, gracias a las reformas borbónicas, el sistema defensivo fue reforzado con nuevos cañones fundidos en bronce.

Durante el reinado de Felipe V (1700-1746) se dicta la Real Ordenanza 1728 que dispone que la artillería de tierra debía comprender cañones de cinco calibres: 24, 16, 12, 8 y 4 libras, estas se llamarían después calibres de ordenanza y perduraron hasta mediado el siglo XIX.

Al terminar la época colonial, las fortificaciones quedaron en abandono y estos lugares fueron saqueados, la mayoría de los cañones originales que se ven hoy en la ciudad fueron recuperados en el mar.

EL CAÑÓN DE BRONCE

El cañón de bronce que se exhibe en el Castillo de San Felipe de Barajas como pieza museal es el único de su tipo en la ciudad pero no es original de esta fortificación.

Esta pieza de artillería, fundida en España en el siglo XVIII, tenía un uso haval, su diseño es representativo de los últimos cañones que llegaron a la ciudad, cada pieza era una obra de arte única, bautizados con nombres como 'Conquistador', 'Dragón', o de algún santo católico.


Desde el año 2012, la Escuela Taller de Cartagena ha reemplazado a la Sociedad de Mejoras Públicas como ente gestor, interviniendo en el acondicionamiento de las murallas de Getsemaní, el baluarte de Santo Domingo, Santa Clara y el edificio de Las Bóvedas, entre otros. En la bahía, se ha realizado mejoras en el castillo de San Felipe y en las baterías del Ángel San Rafael y San Francisco. Entre sus proyectos futuros, se encuentra la peatonalización de las murallas, la señalización de San Felipe, la puesta en valor de Bocachica y un plan de manejo arqueológico para las fortificaciones en su conjunto. 
A nivel turístico, se ha incrementado paulatinamente el número de turistas que realizan turismo cultural, con una tendencia creciente en la visita de las fortificaciones. De este modo, desde que se realizan conteos, el castillo de San Felipe recibe una media de 400.000 turistas anuales número, por el contrario, muy alejado del resto de las fortificaciones, ya que el fuerte de San Fernando de Bocachica solo registra unos 5.000 al año. En otros inmuebles, como los baluartes del conjunto amurallado o los fuertes conservados, no se realizan datos estadísticos, pero su acceso, limitado por otros usos privados, evidencia una afluencia también heterogénea.

ESCUDO EN LOS CAÑONES
En muchos cañones se puede observar el escudo de armas del rey Felipe V de España y la firma del fundidor. Estos detalles están perdiendo su lectura debido a la exposición a los elementos naturales y a la constante manipulación, el color azulado que presenta es la manifestación de los productos de corrosión que están atacando su superficie.

Este cañón se encontraba sumergido cerca del Fuerte de San Fernando, en el corregimiento insular de Bocachica, y fue recuperado en el siglo XX. Desde el 2006 hace parte de los bienes declarados de Interés Cultural de carácter Nacional, en la categoría de bienes muebles y también se considera patrimonio arqueológico.

El Plan Especial de Manejo y Protección del cordón amurallado y el Castillo de San Felipe de Barajas contempla entre los proyectos la intervención del conjunto de cañones originales con la finalidad de detener los deterioros que amenazan su conservación.

Entre los cañones a intervenir se encuentra el de bronce fundido. La primera acción encaminada a su conservación fue el traslado de la pieza hasta el tendal del Bonete donde se encuentra protegida.

Partes del cañón
1- Muñón
2- Chaveta
3- Sobremuñora
4- Gualdera
5- Pezón
6- Balerío
7- Cuña de punteria
8- Almohada
9- Banqueta
10- Cascabel
11- Lámpara
12- Escocia
13- Caña
14- Astragalo o collarin
15- Lanada
16- Pala o cuchara
17- Atacador
18- Sacatrapo
19- Pólvora

Detalle del plano del Castillo de San Felipe de Barajas elaborado por Antonio de Arévalo en 1762 en el que se ilustra la potencia de fuego de sus baterías colaterales.

Entre 1762 y 1769 la fortificación se reforzó con baterías colaterales que aumentaron su capacidad de tiro para poder disparar hasta 63 cañones en un rango de 180 grados.


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