MUSEO NAVAL. MADRID


Museo Naval en Madrid se encuentra en la milla de los museos, un lugar con el mayor número de museos por metro cuadrado, del mundo. Este un caso más de un museo que no tiene página web propia y comparte la del ministerio, siempre mucho peor gestionada que si fuera independiente. El museo es gratuito, aunque las personas que indican a la entrada con una sonrisa, que se pide una donación de 3 euros, se vuelven hurañas y esconden el plano que pretendían darte, cuando dices que no vas a dejar donación. Todo una muestra de principios nada más entrar al museo.

El museo tiene obras únicas en valor, como el primer mapa donde se ve América. Se queda extraordinariamente corto con una de las figuras que han cambiado la historia de España (en particular Barcelona, Oman, o Cartagena de Indias), hablamos de Blas de Lezo, quien tiene una estatua y una simple placa. Deberían de aprender de los británicos, quienes de un asesino ladrón lo convierten en persona importante, como fue el caso de Drake y muchos otros piratas. El museo Naval necesitaría una sala solo para Blas de Lezo, a imagen de alguien con mucho menos trayectoria como Nelson, quien la tiene en el museo nacional marítimo de Greenwich, donde se puede ver hasta la chaqueta con el agujero por donde atravesó la astilla que mató al militar.

INICIOS
En los inicios del siglo XIII, bajo el reinado de Jaime I el Conquistador, la Corona de Aragón comenzó una rápida expansión marítima que la llevaría a convertirse en una potencia política, militar y comercial en el Mediterráneo. A ello contribuyeron los éxitos de su almirante más prestigioso, Roger de Lauria.
Por su parte, la Corona de Castilla, además de afianzar sus rutas comerciales desde la costa cantábrica, tuvo que enfrentarse bajo el reinado de Fernando III el Santo y, sobre todo, Alfonso X el Sabio, al reto de dominar el Estrecho y el litoral Sur de la península, tarea imprescindible para culminar la Reconquista y en la que destacó la figura del primer almirante de Castilla, Ramón Bonifaz.

La experiencia marítima conseguida en ambas empresas, los avances técnicos en la construcción naval -reflejados en nuevos tipos de embarcaciones cada vez más marineras- y el progreso en la naciente ciencia de la navegación, abrieron la puerta a la exploración oceánica, ya con los Reyes Católicos, y sentaron las bases del gran desarrollo naval que vivieron España y Europa en los siglos siguientes.

El descubrimiento de América por Cristóbal Colón creó un nuevo foco de interés político y comercial en el Nuevo Mundo, que tendría como resultado una expansión de la Corona sin precedentes.

Consecuencia inmediata de todo ello fue la creación en Sevilla de la Casa de la Contratación, que se encargó de la super- visión de todo lo referente a la navegación y a las flotas dirigidas a América, así como de la regulación y la enseñanza de las ciencias geográficas y náuticas. Allí se formaron los cosmógrafos, pilotos y navegantes que situaron a la Corona castellana a la cabeza de las ciencias y técnicas náuticas, exportando sus conocimientos a Europa a través de sus mapas y sus tratados de navegación.

Un hito destacado de este periodo fue la primera vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano, que confirmó las dimensiones reales de la tierra y abrió el camino a la navegación por el Pacífico.


CRISTÓBAL COLÓN
Después de haber acordado con los Reyes Católicos las capitulaciones de Santa Fe, Cristóbal Colón, marino de origen genovés, partió del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. A bordo de la nao "Santa María", a la que acompañaban las carabelas "Pinta" y "Niña", buscaba llegar directamente a las Indias, tierras de mítica riqueza. Impulsado por los vientos alisios, el 12 de octubre de ese mismo año desembarcó en la isla que llamaron San Salvador, en lo que hoy es el archipiélago de las Bahamas. Tras el descubrimiento, Colón realizó tres viajes más a América entre 1493 y 1502 en busca del paso que haría posible alcanzar el objetivo original de su empresa.

LA CASA DE LA CONTRATACIÓN DE SEVILLA
Además de controlar el monopolio del comercio con las Indias, la Casa de la Contratación de Sevilla, fundada en 1503, aglutino todo el desarrollo tecnológico y científico de la época relaciona- do con la navegación a Indias. Bajo la dirección del Piloto Mayor. allí se impartían las enseñanzas de náutica y cosmografía, se producían cartas náuticas y derroteros, y se construían instrumentos de navegación para las flotas que navegaban hacia América. Los tratados allí publicados -entre los que destacan los de Martín Cortés, Pedro de Medina o Alonso de Chaves-traducidos a todas las lenguas cultas europeas, permiten afirmar que, en el siglo XVI, Europa aprendió a navegar en libros españoles.


JUAN DE LA COSA
1500. La Carta de Juan de la Cosa es el primer mapa en el que se representa América. Aparece como una gran mancha verde en su parte continental. Las islas de las Antillas presentan un mayor detalle por ser las primeras a las que llegaron los castellanos en sus primeros viajes. El trazado y la decoración del mundo antiguo -Europa, África y Asia- mantienen la herencia de las cartas portulanas medievales.

LA CARTA DE JUAN DE LA COSA
La carta de Juan de la Cosa es la más antigua conocida en la que aparece la representación de América. Su autor, que participó en el primer viaje de Colón, la dibujó en 1500 en el Puerto de Santa María. Geográficamente, se trata de la más completa expresión del mundo conocido en aquel tiempo. Es probable que se hiciera con la intención de mostrar a los Reyes Católicos la extensión de su creciente imperio ultramarino y las últimas exploraciones realizadas por portugueses e ingleses. Esta circunstancia explicaría sus extraordinarias dimensiones, la riqueza de los materiales empleados y la exhaustiva y actualizada información geográfica que contiene.

JUAN SEBASTIÁN ELCANO Y LA VUELTA AL MUNDO
El 10 de agosto de 1519 zarpó de Sevilla la Armada de la Especiería: cinco naos al mando de Fernando de Magallanes, que tenían la misión de encontrar una ruta a las Molucas por el oeste. Tres años después, el 8 septiembre de 1522, Juan Sebastián Elcano regresó a Sevilla al mando de la nao "Victoria". Volvían solo 18 hombres de los 240 que emprendieron el viaje, pero habían conseguido dar la primera vuelta al mundo. La hazaña de los navegantes españoles permitió conocer las dimensiones reales de la tierra, confirmó que los océanos estaban comunicados y abrió el océano Pacífico a la navegación, contribuyó, además, a descartar numerosos mitos medievales.

Durante los reinados de Carlos I y su hijo Felipe II, las vastas conquistas en América y en el Pacífico se unieron a las coronas de Castilla, Aragón, Austria, Borgoña y los Países Bajos, y convirtieron a la Monarquía Hispánica en un imperio hegemónico sobre el que se decía que nunca se ponía el sol.

Los siglos XVI y XVII no fueron un periodo de paz y estuvieron marcados por la lucha contra la expansión otomana en el Mediterráneo, las guerras religiosas en Europa, la constante rivalidad con Francia y la amenaza naval de Inglaterra y Holanda. En un escenario así, la mar, único camino que unía el centro de poder con los vastos territorios de ultramar, se convirtió en el eje central del Imperio y, cuando faltaron los recursos para mantener una armada a la altura de su vital tarea, en su punto débil.

Buscando el dominio del mar, el Atlántico y el Mediterráneo fueron escenarios de batallas como las de Lepanto o la isla Tercera, donde marinos como Álvaro de Bazán brillaron con luz propia. Mientras, a través del Atlántico y el Pacífico, se abrieron rutas comerciales -la Carrera de Indias y el Galeón de Manila- que cambiaron para siempre la historia de la humanidad.

MODELO DE GALEÓN FLAMENCO
1593. Madera y fibras textiles. Procedente de la colección real, es de las pocas representaciones conservadas en el mundo de una embarcación del siglo XVI. Es un exvoto realizado posiblemente en agradecimiento por un feliz viaje o una victoria, como puede deducirse de su inscripción. Aunque carecen de escala, porque se colgaban del techo de las lonjas como era costumbre en el norte de Europa, es un documento para conocer las características de un galeón de la época.

LA FLOTA DE INDIAS Y EL GALEÓN DE MANILA
Durante los siglos XVI y XVII, la protección de la Carrera de Indias consumió ingentes recursos, buques y hombres. Pedro Menéndez de Avilés destaca entre quienes diseñaron la mejor defensa: un sistema de convoyes formado por dos flotas anuales que solían cruzar el Atlántico juntas. La de Tierra Firme recalaba en Cartagena de Indias y enlazaba en Panamá con los buques que llegaban del Virreinato del Perú. La de Nueva España enlazaba en Veracruz con el Galeón de Manila. La experiencia permitió elegir las rutas más seguras y las fechas idóneas. El sistema funcionó bien: en los más de dos siglos en que estuvo en funcionamiento, solo en tres ocasiones se perdieron flotas de Indias por la acción del enemigo.

EL GALEÓN
El galeón procedía de la evolución de la nao y la carraca para conseguir un barco más grande y más rápido. Tenía altas superestructuras en castillo y toldilla y formas más alargadas, acercándose a la estilizada elegancia de la galera. El aparejo, normalmente con tres mástiles, recordaba al de la nao pero era más alto y tenía más superficie bélica. Fue en España donde apareció la necesidad de crear galeones optimizados para la guerra armados con entre cincuenta y ochenta cañones, que se integraban en las armadas y proporcionaban protección a las flotas de la Carrera de Indias. Robusto, maniobrero y veloz, el galeón fue el dueño de los mares hasta que evolucionó para convertirse en el navío de línea.

Tras la guerra de Sucesión, en la que la Corona perdió gran parte de sus posesiones europeas pero mantuvo prácticamente intactos los territorios de ultramar, Felipe V se confirmó en el trono y tuvo que hacer frente a una grave crisis social y económica.

La nueva dinastía propició el florecimiento de la ciencia y la tecnología, creando la Real Compañía de Guardias Marinas -origen de la actual Escuela Naval Militar-los Departamentos Marítimos con sus correspondientes arsenales, y las instituciones científicas que contribuirían a devolver el esplendor a una España plenamente integrada en el fenómeno europeo de la Ilustración. En este proceso brillaron con luz propia hombres de estado como Patiño, héroes como Blas de Lezo, defensor de Cartagena de Indias, y marinos científicos como Jorge Juan.

Bajo el reinado de Carlos III, España llegó a construir una poderosa marina que en el siglo XVIII estuvo a la altura de su misión estratégica: la defensa de las vitales rutas marítimas del Atlántico y el Pacífico, de las que dependía la prosperidad de España y sus Indias.

BLAS DE LEZO Y CARTAGENA DE INDIAS
Después de perder en diversos combates una pierna, un ojo y un brazo y destacar en la lucha contra el corso argelino, el teniente general Blas de Lezo asumió la defensa de Cartagena de Indias, uno de los puertos más importantes de la América española y, además, la llave de acceso al virreinato de Nueva Granada. Con escasas fuerzas, Blas de Lezo resistió tres ataques de la poderosa flota de Edward Vernon. En el último de ellos, en 1741, con todo aparentemente a su favor, Vernon envió un mensaje anunciando su victoria. En Londres se acuñaron medallas con- memorativas, pero la realidad fue muy diferente: la tenaz defensa de los españoles obligó a Vernon a reembarcar sus fuerzas.

LOS CAÑONES DE MANILA
Los cañones aquí expuestos corresponden a los que, por orden de Felipe II, se habían instalado en Manila para su defensa. Ante la llegada a Filipinas de una flota holandesa en 1600, la nao "San Diego" tuvo que embarcar rápidamente parte de esa artillería para hacerles frente. Las piezas, de bronce fundido, son dos sacres de cinco libras de bala, dos medios sacres de tres libras de bala, un cañón pedrero portugués, y un medio cañón de 12 libras de bala.

LA EXPEDICIÓN MALASPINA
La expedición Malaspina es la empresa marítimo-científica más importante del siglo de la Ilustración. Entre 1789 y 1794, los capitanes de navío Alejandro Malaspina y José de Bustamante, al mando de las corbetas "Descubierta" y "Atrevida", reconocieron los territorios ultramarinos de la Corona en América y el Pacífico. Destacable dentro de la misma expedición fue la comisión de los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés para el reconocimiento de la costa noroeste americana, que permitió descartar la existencia del anhelado paso entre el Atlántico y el Pacifico. La grandeza de la expedición reside en el colosal volumen de documentación acumulada, así como en el rigor científico con el que se trataron los diversos asuntos abordados: política, economía, sociedad, hidrografía, astronomía, ciencias naturales y etnografía.

SALA "ALMIRANTE JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ-ALLER". SALA DEL REAL PATRONATO
Esta sala está dedicada al Almirante Gonzalez-Aller, que dirigió el museo en los años noventa y llevó a cabo una acertada modernización y remodelación integral. Este espacio, que recrea la cámara de oficiales de una fragata del siglo XIX, fue utilizado originalmente como biblioteca y sala de investigación y actualmente acoge las re- uniones del Real Patronato.

Entre las piezas expuestas destacan el retrato de Cesáreo Fernández Duro, uno de los principales historiadores de la Armada, y la colección de vistas de puertos españoles que realizó Mariano Sánchez por encargo de Carlos IV. La sala acoge también una de las piezas más singulares de las colecciones del museo: el fragmento de piedra lunar regalado a España por el presidente Richard Nixon en 1973.

El 4 de julio de 1776 las Trece Colonias británicas de Norteamérica aprobaron la Declaración de Independencia por la que proclamaban la libertad de los Estados Unidos, como una nación independiente de Gran Bretaña. Como consecuencia estalló una guerra a la que no podían hacer frente en solitario, viéndose obligados a pedir socorro a otras potencias europeas, especialmente a las más poderosas por mar: España y Francia. La Corona española, cuyos territorios se extendían por la mayor parte de Norteamérica, prestó una encomiable ayuda; los primeros años material y económicamente, y a partir de 1779, militarmente declarando la guerra a Gran Bretaña.

La Revolución americana se convirtió en una guerra global de carácter fundamentalmente marítimo. La Real Armada, que Carlos III llevaba años aumentando cuantitativa y cualitativamente, intervino en diferentes frentes desde el Caribe hasta el canal de la Mancha, obligando a los ingleses a dividir fuerzas, lo que permitió a la nación emergente obtener una victoria rápida y ventajosa, y a España imponerse sobre Gran Bretaña y volver a situarse en el mapa geopolítico mundial.
La Luisiana

A comienzos del siglo XVIII, las tres potencias navales europeas predominantes: España, Francia e Inglaterra, se disputaban el dominio del territorio norteamericano. Sucesivas guerras acabaron por borrar del mapa a Francia, que tras la guerra de los Siete Años cedió a España el gran territorio de La Luisiana. Durante la época de gobernadores españoles, desde Antonio de Ulloa hasta Bernardo de Gálvez, La Luisiana se convirtió en una tierra de libertad y mestizaje como había sido Florida, un «santuario» en el que se refugiaban esclavos e indígenas que conseguían escapar de las colonias británicas. Ellos formarían parte de las milicias que lucharían contra los ingleses a favor de la independencia de las Trece Colonias.

EL CANAL DE LA MANCHA
España entró en la guerra con una clara vocación ofensiva. Dentro del plan de operaciones que acordó con Francia estaba la invasión a Inglaterra, para la que ambos países reunieron a sus respectivas flotas, la francesa bajo el mando del conde de D'Orvilliers y la española de Luis de Córdova, formando una de las mayores armadas de la historia. Un ejército francés estaba preparado en Normandía para desembarcar y ocupar Inglaterra, pero la falta de decisión francesa impidió la proyecta invasión.

Sin embargo, esta primera campaña en el canal de la Mancha llevó el pánico a Londres y consiguió paralizar el tráfico marítimo militar y comercial inglés. Hubo otras dos campañas, en los veranos de 1781 y 1782, que obligaron a los ingleses a mantener en sus puertos una escuadra para garantizar la defensa de su propio territorio durante el resto de la guerra.

ESPAÑA ENTRA EN LA GUERRA
Tras la entrada de Francia en la guerra en febrero de 1778, Floridablanca intentó llevar a cabo con Londres una gestión mediadora, con la esperanza de actuar como árbitro y obtener alguna ventaja, como la recuperación de Gibraltar. Pero el gobierno inglés rechazó la mediación y España admitió la alianza con Francia para dar cumplimiento al Tercer Pacto de Familia, firmando la Convención Secreta de Aranjuez el 12 de abril de 1779.

Carlos III dejaba claro que su intervención se centraría en conseguir los territorios perdidos en la guerra de Sucesión de 1700 -Gibraltar y Menorca-, el dominio del comercio en el Caribe y el Golfo de México, y el control sobre la explotación maderera en Centroamérica, expulsando a las compañías británicas de la zona. Con España en la guerra, el teatro de operaciones será muy extenso: desde el Caribe hasta el Canal de la Mancha.



EL ESCENARIO AMERICANO
Antes de que España entrara en la guerra, el ministro de Indias José de Gálvez había dado instrucciones al gobernador de La Habana, el marqués de la Torre, para establecer una red de agentes que le mantuvieran informado. Siendo además el control del Misisipi y del puerto de Nueva Orleans fundamental para las comunicaciones y el comercio hacia el interior de Norteamérica, nombró gobernador de La Luisiana a alguien de su total confianza: su sobrino, Bernardo de Gálvez, que tomó posesión en enero de 1777.

Otro espacio vital era Centroamérica, donde los ingleses tenían asentamientos y buscaban establecerse y conseguir acceder al Pacífico. En Yucatán, la extracción de palo de Campeche o de tinte, muy codiciado en Europa, era efectuada por piratas ingleses que lo llevaban a Jamaica y de allí a Gran Bretaña, cuya industria textil estaba en pleno auge. Para hacer frente a los ingleses en estas zonas el ministro nombró a su hermano, Matías de Gálvez, capitán general en Guatemala en 1778.

LA GUERRA MARÍTIMA
El 4 de julio de 1776 se aprobó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Los primeros encuentros armados habían comenzado un año antes y habían puesto en evidencia la inferioridad del ejército de George Washington. El propio Washington reconocía ante el Congreso que su situación dependía de los acontecimientos navales y que necesitaban la intervención de Francia y España para que, unidas, obtuvieran una superioridad decisiva por mar sobre Inglaterra.

España ofreció primero ayuda enviando bajo secreto armas, pertrechos, municiones, pólvora, uniformes, medicinas y cuantiosas cantidades de dinero, envíos que no cesaron hasta el fin de la guerra, tanto desde la península como desde los territorios españoles en América. Hasta 1779 no entró de forma abierta en guerra contra Inglaterra. La participación de la Armada, en el esplendor de su poderío naval, cambió el panorama estratégico completamente, obligando a los ingleses a dividir fuerzas y contribuyendo así a la victoria de las Trece Colonias.



LAS OPERACIONES PERMANENTES EN LA ACTUALIDAD
España tiene casi 8.000 kilómetros de costa, el 80% de nuestro comercio exterior español se realiza por via marítima; el 99% del intercambio de información digital transcurre por cables submarinos: nuestra flota pesquera cuenta con unos 9.000 barcos, siendo la de mayor tonelaje de Europa. Estos son solo algunos datos que nos ayudan a entender mejor la dimensión marítima de España y la dependencia que tiene en nuestro sistema económico actual el mantener las líneas de comunicación marítimas abiertas y seguras

A través de las Operaciones Permanentes las unidades de la Armada proporcionan seguridad efectuando presencia. vigilancia y control de los espacios marítimos de soberanía e interés nacional. Estas operaciones incluyen, entre otras, la lucha contra los tráficos ilícitos y el contrabando, la protección del patrimonio arqueológico subacuático, y la inspección y vigilancia pesquera. Incluye también el Despliegue Africano que supone la presencia de un buque de la Armada en aguas del Golfo de Guinea, veces al año, en periodos de cuatro meses. Las Operaciones Permanentes son dirigidas desde el Mando de Vigilancia y Seguridad Marítima con base en Cartagena.

Por:  David Sanchez

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