El museo postal de la Ciudad de México: un viaje por la historia, la arquitectura y la comunicación



El Palacio Postal, también conocido como el Museo Postal de la Ciudad de México, es uno de los edificios más emblemáticos y ricos en historia de la capital mexicana. Su majestuosa arquitectura y su fascinante historia lo convierten en un destino obligatorio para quienes desean conocer más sobre la evolución del correo y la filatelia en México, así como para los amantes de la arquitectura y la cultura.

Los Orígenes del Edificio
Antes de convertirse en el impresionante Palacio Postal que hoy conocemos, el terreno donde se levanta tenía una función completamente distinta. En 1756, este espacio albergaba un hospital destinado a las personas de la tercera edad, bajo la gestión de la orden franciscana. Sin embargo, este hospital no atendía a todas las personas por igual; solo se brindaba atención a los miembros de la orden franciscana, dejando fuera a otras órdenes religiosas y a las personas indígenas. Este exclusivo hospital no cumplió las expectativas en términos de atención médica, pues, según relatos, solo atendía a entre tres y cinco personas a la semana. Esta ineficiencia llevó a que el hospital cerrara sus puertas y el edificio fuera demolido.


Con el cambio de siglo, el presidente Porfirio Díaz decidió aprovechar este valioso terreno en pleno corazón de la Ciudad de México. En 1902, Porfirio Díaz adquirió el lote e inició la construcción del Palacio Postal. El proyecto, en manos de los arquitectos Adamo Boari, de origen italiano, y Gonzalo Garita, mexicano, se completó sorprendentemente rápido, en solo cinco años, terminando el 17 de febrero de 1907. Este hecho es notable, considerando la magnitud y la complejidad del edificio.

La Arquitectura del Palacio Postal
El Palacio Postal es una joya arquitectónica que fusiona diferentes estilos, predominando el ecléctico, con influencias neorrenacentistas, góticas y barrocas. La fachada del edificio es una obra de arte en sí misma, con detalles minuciosamente esculpidos en piedra y herrería de bronce, que fue fundida en Florencia, Italia, y transportada desde el puerto de Génova hasta Veracruz, y de allí a la Ciudad de México. Este bronce se ensambló como si se tratara de un gigantesco juego de LEGO de la época, lo que destaca la tecnología y la precisión empleadas en su construcción.




El interior del edificio no es menos impresionante. Los pisos de mármol, traídos de las canteras de Querétaro cuando esta región era rica en este recurso, contrastan con la cálida madera de los muebles y las puertas, creando un ambiente de lujo y refinamiento. Uno de los espacios más destacados es la sala Bartolomé Gallotti, donde se encuentran 10 frescos al óleo pintados por el artista que da nombre a la sala. Estos frescos están adornados con hojas de oro de 25 quilates, lo que añade un brillo especial y un sentido de majestuosidad al lugar. Además, los pisos de parquet con figuras geométricas y las sillas originales, compradas en el entonces pequeño Palacio de Hierro, conservan el 95% de su originalidad.



El techo de la sala Bartolomé Gallotti es el único pintado en todo el Palacio Postal, lo que lo convierte en una pieza única y de gran valor histórico. Este techo ha sido cuidadosamente conservado para evitar que la luz solar directa lo deteriore, manteniendo así sus colores y detalles originales.

Otra sala destacada es la Sala Oval, cuyo nombre se debe a su forma característica. Esta sala, que era la oficina del Director General de Correos, ha sido restaurada con esmero, conservando su estructura original en un 95%. La sala está equipada con doble vidrio en las ventanas para reducir el ruido exterior, una necesidad para la concentración del director en su momento. La sala también cuenta con una caja fuerte, la primera en la Ciudad de México que utilizaba una contraseña alfabética de cuatro letras, además de doble cerrajería, para proteger los valiosos contenidos, como estampillas y dinero.

El Correo y la Filatelia en México

El Museo Postal no solo es un monumento a la arquitectura, sino también un espacio que preserva y celebra la historia del correo y la filatelia en México. Una de las exhibiciones más significativas es la Sala del Timbre, donde se narra la evolución de las estampillas postales desde su creación en Inglaterra el 1 de mayo de 1840, con el famoso "Penny Black", hasta las emisiones más recientes.






Brasil, por ejemplo, fue el primer país en América Latina en emitir una estampilla postal, superando incluso a Estados Unidos. México emitió su primera estampilla 16 años después, en 1856, con la imagen del cura Miguel Hidalgo, el líder del movimiento de independencia. Sin embargo, estas estampillas aún utilizaban elementos del sistema monetario español, como los reales, y la letra "J" en lugar de la "X" en "México", un vestigio del control lingüístico que los españoles intentaron imponer durante la colonia.

En la Sala del Timbre, también se encuentran ejemplos de los sellos utilizados antes de la invención de las estampillas postales, conocidos como sellos de golpe, que se utilizaban para autenticar cartas. Estos sellos, hechos de acero, eran golpeados con fuerza para marcar la correspondencia, y algunos de ellos muestran el águila, símbolo nacional de México, y otros de la Nueva España, destacando la transición de la colonia a la nación independiente.

El Valor de la Filatelia

La filatelia, o el coleccionismo de estampillas postales, es una actividad que va más allá del simple acopio de pequeños trozos de papel. Para los filatelistas, cada estampilla es un pedazo de historia, y su valor puede ser sorprendentemente alto. Un dato curioso y fascinante es la subasta de un "Magenta Penny" en Nueva York, que alcanzó la impresionante cifra de 9.5 millones de dólares, demostrando el valor que estas piezas pueden adquirir con el tiempo.

El museo también exhibe estampillas más modernas y temáticas, desde representaciones de personajes como Maradona y Albert Einstein, hasta series dedicadas a la Liga de la Justicia o incluso estampillas hechas sobre hojillas de plata. Estas piezas muestran cómo la filatelia sigue siendo un campo en evolución, adaptándose a los intereses culturales y sociales de cada época.

Curiosidades y Tecnología

Una de las curiosidades más interesantes del museo es la presencia de máquinas expendedoras de estampillas, instaladas en las calles de la Ciudad de México en 1907. Estas máquinas permitían a las personas comprar estampillas durante el fin de semana, cuando las oficinas de correos estaban cerradas. Sin embargo, la tecnología no fue bien recibida por la población, que prefería el trato personal, lo que llevó a que las máquinas estuvieran en funcionamiento solo durante tres años.

Otra pieza destacada es el mural "La Tarasca", una obra monumental que representa a una mujer indígena arrodillada junto a un río, rodeada de la serpiente emplumada y la pirámide del Sol de Teotihuacán. Lo que hace único a este mural es que está compuesto por más de 48,000 estampillas postales, todas selladas, lo que significa que fueron utilizadas en correspondencia real. El artista, Pablo Magaña, tardó más de 30 años en completarlo, utilizando estampillas de cartas perdidas o sin destino.


El Legado del Museo Postal

El Museo Postal de la Ciudad de México no solo preserva la historia del correo, sino que también ofrece una ventana al pasado arquitectónico y cultural del país. Es un espacio donde la historia, la tecnología y el arte convergen, brindando a los visitantes una experiencia única e inolvidable.


Para quienes desean explorar este edificio, es posible disfrutar de visitas guiadas que revelan los secretos de cada rincón del Palacio Postal. Aunque algunas áreas, como la biblioteca, pueden no estar siempre accesibles debido a eventos o limitaciones de personal, el museo sigue siendo un tesoro por descubrir en el corazón de la Ciudad de México.


El Museo Postal es un recordatorio vivo de cómo la comunicación ha evolucionado y de la importancia del correo en la construcción de la sociedad moderna. Con su rica historia, su impresionante arquitectura y su colección invaluable, este museo sigue siendo una joya cultural que vale la pena visitar y preservar para las generaciones futuras.


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