Museo nacional de la revolución. MÉXICO 2024
El Museo Nacional de la Revolución, ubicado en el emblemático Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, es un espacio dedicado a la preservación y difusión de la historia del movimiento revolucionario mexicano. Inaugurado en 1986, el museo se encuentra en la Plaza de la República y ocupa el sótano del monumento, una estructura originalmente concebida por el arquitecto Émile Bénard como parte del Palacio Legislativo durante el porfiriato.
La construcción del Monumento a la Revolución comenzó en 1910, pero fue interrumpida por el estallido de la Revolución Mexicana. Después de varios años de abandono, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia transformó la estructura inacabada en un monumento conmemorativo. El proyecto, finalizado en 1938, rinde homenaje a los héroes revolucionarios y se erige como un símbolo de los ideales de justicia y libertad.
El museo alberga una vasta colección de objetos, documentos, fotografías y obras de arte que narran la historia de la Revolución Mexicana desde sus antecedentes hasta sus consecuencias sociales y políticas. Entre sus exhibiciones más destacadas se encuentran armas, uniformes, banderas y artículos personales de figuras clave como Emiliano Zapata, Francisco Villa, Venustiano Carranza y Francisco I. Madero.
Además de su función como museo, el Monumento a la Revolución es un mausoleo que guarda los restos de importantes líderes revolucionarios, incluyendo a Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y Francisco Villa.
El Museo Nacional de la Revolución no solo ofrece una mirada detallada a uno de los periodos más cruciales de la historia de México, sino que también sirve como un espacio educativo y cultural, con actividades y programas diseñados para fomentar el conocimiento y la reflexión sobre el legado de la Revolución Mexicana. Entre esta parte educativa nos encontramos con la enorme suerte de tener a un guía fantástico, ameno, divertido, dinámico, imprescindible para tener la experiencia completa en el museo, un verdadero genio para hacer que la historia tuviera sentido y la entendiéramos, en este caso el guía se llamaba Pablo Felipe Saldaña. A nivel personal para los dos redactores que fueron de este medio, no tiene nada que ver hacer la visita con él o sin él.
Cronológicamente y siguiendo la información dada por el museo en los paneles, el museo habla de los siguientes temas.
La consolidación del Estado mexicano
México a mediados del siglo XIX
Para 1858, cuando empezó la Guerra de Reforma, la joven nación mexicana había ensayado distintas formas de gobierno y se equivocó en todas. Fracasaron la República democrática, representativa y federal, la República centralista, la Monarquía moderada y la Dictadura militar. Cuatro ejércitos extranjeros invadieron México y se perdió la mitad del territorio. La República corrió el riesgo de fragmentarse y los pueblos se amotinaron repetidamente. Estas rebeliones mostraron que ninguno de los proyectos de gobierno había tomado en cuenta la mitad indigena de la población.
La vida nacional seguía atada a las instituciones heredadas de España, sobre todo a un Ejército, que tras haber destruido los intentos de revolución social de Hidalgo y Morelos, defendía los privilegios de las minorías y a una Iglesia que controlaba la educación, la tierra productiva y el dinero por medio de fueros.
Los mexicanos pensaban que el territorio nacional era un "cuerno de la abundancia”. Esta visión era errónea, ya que tras perder la guerra contra Estados Unidos y las inmensas áreas del norte, México era un país pobre, incomunicado, con poco comercio exterior e interior y azotado por hambrunas y epidemias. La gran mayoría de la población no sabía leer ni escribir y tenían cerrado el acceso a la vida pública porque no hablaban español.
El proyecto liberal
La derrota en la guerra con Estados Unidos obligó a los grupos dirigentes a recapacitar sobre la realidad del país: su aislamiento, la pobreza de sus habitantes y la aridez del territorio. La urgencia por entender lo que provocó tal situación, generó una reflexión inteligente y abrió un intenso debate sobre la realidad nacional.
Nació entonces una nueva generación de liberales, que defendía la República democrática, representativa, popular y federal, revisaba la economía y la administración de justicia, criticaba el papel de la Iglesia y el Ejército y entendía la situación de los pobres.
El historiador Francisco Zarco, escribió en 1850: "Los indios no han gozado de derechos políticos. Ellos son los que cultivan la tierra, abastecen de provisiones a las ciudades y su trabajo sirve para aumentar la fortuna de los propietarios. Pagan impuestos para mantener a una sociedad de la que no reciben beneficios; alimentan con el fruto de su trabajo a párrocos ignorantes como ellos y que exigen para sí un culto absurdo y profano; son arrancados de su hogar para servir por fuerza en el ejército y llevados a la muerte. Cuando quedan mutilados en la guerra, mendigan un pedazo de pan en las ciudades; tal es, sin exageración, la suerte de la raza indigena: fatal y contraria a la civilización, la democracia y el cristianismo y perjudicial para la República".
La intervención francesa y el triunfo de la República
Los conservadores, derrotados en la Guerra de Reforma en diciembre de 1860, acudieron a las cortes europeas en busca de un monarca que gobernara México y encontraron el apoyo del emperador de Francia, Napoleón III, quien buscaba ampliar sus dominios a territorio americano. En 1862 el poderoso ejército francés desembarcó en costas mexicanas. Su objetivo era llegar a la capital y establecer un régimen monárquico encabezado por el archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo.
Los invasores encontraron una resistencia muy firme. El ejército republicano, con gran apoyo popular, obtuvo victorias memorables, como en la Batalla de Puebla del 5 de mayo. Pero la fuerza conquistadora, que llegó a tener más de 40 mil soldados, logró llegar a la capital y proclamar emperador a Maximiliano.
La República, con el presidente Juárez a la cabeza, sobrevivió acosada y perseguida, por lo que debió establecerse en distintas ciudades como San Luis Potosí, Saltillo, Monterrey. Chihuahua y Paso del Norte (actualmente Ciudad Juárez). Las guerrillas liberales combatían al ejército imperial en todo el territorio. Los enfrentamientos duraron cinco años y terminaron con el triunfo de la República. Maximiliano de Habsburgo fue fusilado en el Cerro de las Campanas, en Querétaro. El presidente Juárez entró triunfalmente a la capital el 15 de julio de 1867.
El Porfiriato
Porfirio Díaz llega al poder
El ascenso de Porfirio Díaz fue difícil a pesar de su prestigio de héroe ganado en las armas. Quiso llegar a la presidencia enfrentando a Benito Juárez; fue derrotado en las elecciones y se pronunció con el Plan de La Noria. Su levantamiento fue estéril, porque unos meses después murió Juárez y Sebastian Lerdo de Tejada asumió el poder. Cuando éste quiso reelegirse, Díaz se levantó con la bandera de la no reelección. Desde su exilio en Texas, el 10 de enero de 1876, publicó el Plan de Tuxtepec. Eligió la fecha memorable del 2 de abril para entrar a territorio nacional, pero después de tropiezos militares tuvo que salir de nuevo y regresó por Veracruz.
El gobierno de Lerdo de Tejada se había debilitado y las batallas empezaron a ser buenas para Díaz. Entró triunfalmente a la Ciudad de México el 21 de noviembre de 1876.
Díaz se convirtió en presidente el 5 de mayo de 1877. Al final de su primer periodo de cuatro años, no pudo reelegirse porque lo prohibía la constitución. Le entregó la presidencia a su compadre Manuel González, un militar subordinado que le había sido fiel en sus campañas. Mientras tanto, Díaz ocupó un lugar en el gabinete presidencial y luego fue gobernador de Oaxaca. Cuatro años después volvió a ocupar la presidencia. Pudo reelegirse de manera continua porque había logrado reformar la ley, hasta que en 1911 la revolución maderista lo obligó a renunciar y exiliarse para siempre en París.
Un régimen de crecimiento económico
El Porfiriato es conocido como un periodo de vigoroso crecimiento económico. Años de paz aparente, una política que atraía la inversión extranjera, apoyo a empresarios y banqueros, y que fortaleció la imagen de prosperidad que México conservó hasta terminar el siglo XIX.
De esa economía firme lo más emblemático fue el ferrocarril. México se llenó de vías férreas que recorrieron e integraron su geografía. Gracias a los trenes que transportaban mercancías a la frontera norte y a los puertos marítimos que comunicaban las distintas regiones y ciudades, el comercio, las industrias, las minas y la producción agrícola se desarrollaron rápidamente. El comercio se vio estimulado también con la eliminación de las alcabalas, impuestos que se cobraban por el traslado de mercancías de una región a otra.
Entre 1876 y 1900 el tendido de vías férreas pasó de 640 kilómetros a 15,441. La inversión extranjera aumentó de unos cien millones de dólares en 1877, a 3,400, en 1911. La producción agrícola para exportación de henequén, algodón, caña de azúcar, café y tabaco creció entre 1877 y 1910 a una tasa anual de 6.3%.
En la última década del Porfiriato, el petróleo empezó a ser una actividad importante: la producción pasó de 10,000 barriles en 1901, a 12 millones y medio de barriles en 1911; a partir de ese año empezaron a exportarse volúmenes crecientes de petróleo.
El México bárbaro
La guerra del gobierno porfirista contra los yaquis de Sonora buscaba arrebatarles el control de su territorio. Entre 1901 y 1909 más de seis mil yaquis fueron enviados a las haciendas henequeneras de Yucatán, donde la mayoría murió por el desarraigo y las condiciones extenuantes de trabajo. En esa zona, los mayas, también defendían un territorio autónomo.
En 1899 el ejército porfirista empezó una guerra con recursos extraordinarios que logró llegar al centro de la rebelión. Muchos indígenas capturados fueron vendidos como esclavos en Cuba.
En su libro México Bárbaro, John Kenneth Turner denunció las condiciones de esclavitud en las que vivían los peones en las haciendas de Yucatán y de Valle Nacional en Oaxaca.
El movimiento huelguista empezó en diciembre de 1906 en varios estados que buscaban mejores condiciones de trabajo y más salario. Entre 1906 y 1907 hubo dos huelgas significativas: la de los mineros de Cananea en Sonora, que demandó igualar su salario con el de los estadounidenses y reducir la jornada laboral. "¡Cinco pesos y ocho horas de trabajo, viva México!" fue la consigna de los huelguistas. Como respuesta se dio una represión violenta. La otra huelga estalló en la fábrica textil de Rio Blanco en Veracruz. El arbitraje del presidente Díaz fue favorable a los dueños de las fábricas y ordenó a los trabajadores levantar la huelga. Los trabajadores de Rio Blanco, enfurecidos, se amotinaron. Las fuerzas del gobierno dispararon contra la multitud y numerosos huelguistas murieron.
Ricardo Flores Magón
Ricardo Flores Magón, personaje central de la crítica al régimen, fundó el periódico Regeneración en agosto de 1900. Víctima de la persecución, tuvo que exiliarse en 1904. Desde el exilio volvió a publicar Regeneración, que llegó a tener gran influencia y sirvió como vehículo organizador. Sus ideas influyeron en Cananea y Río Blanco. En St. Louis Missouri nació la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. En 1906 publicó su Manifiesto y Programa.
En una entrevista con el periodista James Creelman, publicada en 1908, Díaz dijo que no veía mal que surgieran partidos de oposición, que México ya estaba preparado para la democracia. Se pensó que estaba dispuesto a dejar el poder, sin embargo, se postuló para otro periodo.
Bernardo Reyes tenía gran apoyo para pelear la vicepresidencia, Díaz estaba por cumplir 80 años, así que para los "reyistas" este cargo era el puente hacia un cambio pacífico. El dictador no lo permitió y surgió con fuerza la figura de Francisco I. Madero.
En 1908 Madero publicó La sucesión presidencial en 1910, donde proponía organizarse contra la dictadura. En abril de 1910 se fundó el partido que lo postuló para la presidencia. Tras unas elecciones fraudulentas, el gobierno encarceló a Madero, éste huyó y escapó del país promulgando el Plan de San Luis, en el que convocó al pueblo a levantarse en armas el 20 de noviembre de 1910.
La Revolución Democrática
La rebelión maderista
La convocatoria de Madero a levantarse en armas no tuvo una respuesta inmediata ni simultánea en todo el país, sin embargo, en los siguientes meses hubo levantamientos en distintas regiones y el ejército federal se mostró incapaz de sofocarlos Las guerrillas más fuertes estallaron en el estado de Chihuahua, donde destacaron los jefes rebeldes Pascual Orozco y Pancho Villa.
El 14 de febrero de 1911 Madero entró a territorio nacional y se puso al frente de las fuerzas rebeldes Después de varias luchas, sus tropas se alistaron para la batalla de Ciudad Juárez. El 19 de abril sitiaron la ciudad.
Se pactó un armisticio. El gobierno ofreció la renuncia del vicepresidente Ramón Corral, pero no la de Porfirio Díaz. Las tropas rebeldes se desesperaban por la inactividad.
Tanto Orozco como Villa consideraban inútil la negociación y rompieron la tregua a pesar de la orden contraria. Madero acabó aceptando el hecho y el 8 de mayo ordenó la ofensiva general.
Los rebeldes atacaron con tres columnas: la de Orozco, la de Villa y la de Garibaldi, en total 1.500 hombres entraron en acción y otro tanto quedaba en la retaguardia. El día 10 se rindió la guarnición del ejército federal. El 21 se firmaron los Acuerdos de Ciudad Juárez.
Porfirio Díaz renunció, dejó como presidente interino a Francisco León de la Barra y viajó a Veracruz. El buque Ipiranga lo condujo al exilio.
Francisco I. Madero, presidente
Francisco I. Madero entró triunfalmente a la Ciudad de México y el 6 de noviembre de 1911 asumió la presidencia. El nuevo gobierno hizo cambios notables, sobre todo en cuanto a las libertades ciudadanas. La prensa fue libre de criticar al gobierno. Libremente se organizaban nuevos partidos políticos. Los obreros pudieron formar sindicatos. Pero también tuvo que enfrentar rebeliones: en el sur, Emiliano Zapata con un ejército de campesinos, se levantó contra el régimen de Díaz, y continuó contra el gobierno maderista. Madero combatió a los zapatistas con el ejército que había heredado del Porfiriato. Debido a los acuerdos de Ciudad Juárez, ese ejército sobrevivió intacto. Para los zapatistas no habían empezado los cambios por los que luchaban: la propiedad de la tierra y los derechos de los pueblos. En noviembre de 1911 promulgaron el Plan de Ayala, primera expresión coherente de las demandas populares de la Revolución.
En el norte, Pascual Orozco, que había sido pieza importante en el triunfo maderista, se rebeló y tomó el control del estado de Chihuahua. En una cruenta campaña, las fuerzas del gobierno maderista, conducidas por Victoriano Huerta, ganaron la plaza. Madero tuvo que enfrentar otros dos intentos de rebelión, uno encabezado por Bernardo Reyes, otro por Félix Diaz, que pretendían regresar al régimen porfirista. Ambas fracasaron. Reyes y Diaz fueron a la cárcel.
El 9 de febrero de 1913
Se conoce como la Decena Trágica a un periodo de diez días violentos, provocados por un cuartelazo orquestado por militares porfiristas. En la mañana del 9 de febrero, del cuartel de Tacubaya, partió una columna al mando de los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, rumbo a la prisión de Santiago Tlatelolco; pusieron en libertad a Bernardo Reyes y se dirigieron a penal de Lecumberri donde también liberaron a Félix Díaz.
De la Escuela de Aspirantes de Tlalpan, uno de los dos colegios militares de la ciudad, salió una columna hacia Palacio Nacional, sometió a la guardia y lo ocupó. Pero unas horas después los leales lo habían recuperado.
Las tropas golpistas, ya con Reyes y Díaz al mando, se dirigieron a Palacio Nacional en lo que aparentemente sería el enfrentamiento decisivo. Las fuerzas leales a Madero, comandadas por el General Lauro Villar, rechazaron la ofensiva. En el primer enfrentamiento cayó muerto Bernando Reyes.
Los golpistas se retiraron a la Ciudadela donde se hicieron fuertes, contaban con un importante arsenal y varias piezas de artillería.
A esa hora el presidente Madero salía del Castillo de Chapultepec, resguardado por cadetes del Colegio Militar, para trasladarse a Palacio Nacional y encabezar la defensa. Su recorrido fue vitoreado por el pueblo.
Empezaban diez días de horror y muerte, una guerra en pleno centro de la ciudad ante la mirada atónita de sus habitantes.
La traición de Huerta y la muerte de Madero
El 10 de febrero parecía que el golpe había fracasado.
Los maderistas tenían la capacidad suficiente para vencer a los rebeldes. Pero el presidente había confiado a Victoriano Huerta el mando de las tropas leales y su conducción era tal que parecía empeñado en perder batallas. Ordenó acciones como la carga de caballería sobre la Ciudadela, que significó enviar a una muerte segura a sus soldados. Francisco L. Urquizo escribió: "sólo siendo muy animal se creería que pudiera tomarse una fortaleza montados a caballo y caminando, en un lugar barrido por las ametralladoras". El general Ángeles comentaria:
"Huerta estaba conduciendo las operaciones de manera tan disparatada, que su conducta parecía más que sospechosa. En realidad estaba negociando con el enemigo. Finalmente hizo un pacto con los golpistas firmado en la embajada de Estados Unidos. El embajador Henry Lane Wilson había participado activamente en la conspiración.
Huerta tomó presos a Madero y a Pino Suárez. Los obligó a renunciar a cambio de respetarles la vida y enviarlos al exilio, pero faltó a su palabra y ordenó su muerte: fueron asesinados el 22 de febrero.
El gobierno de Huerta enfrentó entonces levantamientos en varias regiones. Había empezado la Revolución Constitucionalista. El nuevo presidente de EEUU, Woodrow Wilson, desconoció su gobierno y el 21 de abril de 1914, la marina estadounidense ocupó Veracruz.
La revolución constitucionalista
Una nueva revolución
Con el asesinato de Francisco I. Madero. Victoriano Huerta y sus cómplices pretendieron descabezar la revolución contra la que habían dirigido el golpe militar del 9 de febrero de 1913, pero les salieron mal los cálculos. La reacción popular contra el cuartelazo y el magnicidio fue inmediata y abrumadora. La vileza del golpe encabezado por Huerta, su actuación traicionera, las ominosas amenazas de un gobierno encabezado por un hombre así, las ansias restauradoras y el inmoral júbilo de los conjurados, cerraron las heridas creadas por el maderismo en el poder y Madero muerto se convirtió en símbolo y bandera de la democracia y la legalidad.
Muchos de los rebeldes populares que habían sido maderistas se levantaron en armas contra Huerta, sin ponerse de acuerdo entre sí y casi todos los jefes agraristas que combatían a Madero rechazaron el golpe de estado y combatieron al nuevo gobierno Esta rebelión, múltiple y potente, requería un liderazgo que le diera una visión política nacional. Asumió ese liderazgo el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza.
Carranza, un hábil político local durante el porfiriato, que había sido reyista en 1909 y maderista desde 1910. logró que los poderes de Coahuila desconoció a Huerta y se puso al frente de las fuerzas levantadas en su estado, llamando al resto del país a luchar por la restauración del orden legítimo y la legalidad constitucional
El Plan de Guadalupe y el constitucionalismo
El Plan de Guadalupe fue la guía política de la nueva revolución, bajo la cual se unificaron las fuerzas que condenaron el cuartelazo de Huerta y que permitió la afirmación del liderazgo de Carranza, fue promulgado el 25 de marzo de 1913 en la hacienda de ese nombre, en Coahuila.
El Plan de Guadalupe fue negociado con los más importantes núcleos rebeldes del país, la mayoría de los cuales aceptaron a Carranza como primer jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del poder ejecutivo Poco a poco fue imponiéndose la dirección política que Carranza le daba a una guerra que concibió desde el principio como una guerra total los rebeldes querían la destrucción del antiguo ejército y las instituciones porfirianas encabezadas por Huerta.
Al comprender que la guerra tenía objetivos políticos y que debía ser total, Carranza asimiló los errores conciliadores del maderismo mostrándose como un hombre que entendía el pensamiento militar de su época. De ahí las consignas de Carranza convertido en caudillo, eficacia y disciplina políticas basadas en el autoritarismo personalista y el acotamiento o destrucción de los cacicazgos; continuación del modelo de desarrollo capitalista deteniendo la oleada popular que desde su punto de vista amenazaba con sumir a México en la anarquía y nacionalismo político y económico que pusiera límites à los intereses extranjeros.
El Ejército Constitucionalista
Durante la primavera y el verano de 1913, se consolidaron tres grandes ejércitos revolucionarios que conformaron las principales columnas del constitucionalismo: la División del Norte, el Ejército del Noroeste y el Ejército del Noreste, comandados por Francisco Villa, Álvaro Obregón y Pablo González, respectivamente. Los del Noroeste y Noreste fueron los pilares militares y políticos del movimiento. En el centro y sur del país también surgieron grupos menos importantes que contribuyeron a la caída del régimen huertista.
El Ejército del Noreste se integró en Coahuila, en la primavera de 1913, a partir de los cuerpos militares irregulares formados por Carranza en 1911 y 1912 y con los "ciudadanos armados" del maderismo. Casi todos sus jefes compartían el proyecto liberal y modernizador de Carranza y fueron los primeros en apoyarlo. Este ejército realizó una importante campaña militar en los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí.
En Sonora, la Revolución constitucionalista conquistó su primera base firme de operaciones. El movimiento sonorense tuvo una evolución propia que, en alianza con el carrancismo le dio gran fuerza a la revolución. Los sonorenses no sólo aportaron una base geográfica y económica sino, sobre todo, un ejército exitoso y una tradición política pragmática que a la postre sería decisiva.
El triunfo de la Revolución Política
El 13 de agosto de 1914, sobre el guardafango de un automóvil, los generales revolucionarios Obregón y Lucio Blanco firmaron con el último representante de un gobierno que se desmoronaba y con el jefe de un ejército vencido en los campos de batalla, los Acuerdos de Teoloyucan, que formalizaron la entrega del poder a los revolucionarios vencedores, y la disolución del viejo ejército.
Con este acto simbólico culminó el colapso del Estado, penosamente construido durante el régimen de Porfirio Díaz. La revolución, finalmente, había subvertido todo el orden político de la nación.
Habían desaparecido los tres poderes de la Unión; el personal ejecutivo de los cuatro niveles de gobierno había sido cambiado por completo, o iba a terminar de serlo al aplicarse los Acuerdos; los partidos políticos, los periódicos nacionales, las organizaciones que respaldaron a la dictadura, el ejército federal, la marina, los rurales de la federación, en fin, todas las instituciones del Estado, fueron barridas por el huracán revolucionario y algunas estaban siendo sustituidas por otras nuevas.
Si el objetivo de una revolución política es la destrucción de las estructuras e instituciones del Estado, en ese momento había coronado sus objetivos. Faltaba sin embargo, decidir cómo iban a ser sustituidas esas instituciones y sobre todo, resolver lo relativo a la revolución social.
La Revolución popular
Carranza desató una gigantesca movilización de masas, cuya explicación puede encontrarse en los agravios infringidos a las masas trabajadoras, particularmente campesinas, durante el porfiriato. Entre estos agravios destacaba el despojo de tierras a los pueblos y comunidades por los hacendados con el apoyo y complicidad del gobierno.
Desde el momento mismo de la caída del gobierno de Porfirio Díaz, los jefes campesinos expresaron con claridad que no se habían levantado contra un fraude electoral, sino contra los opresores del pueblo. Habían peleado por la tierra y se negaban a entregar las armas -tal como Madero exigía- que eran su única garantía para el cumplimiento de "los postulados de la Revolución", principalmente el agrario, Los soldados y dirigentes campesinos que Madero quiso hacer volver a sus casas, empezaron a recuperar por la fuerza las tierras que antes usurparon las haciendas, iniciándose una nueva agitación en el campo que muy pronto devino en motines y revueltas. Estos hombres acusaban a Madero de traicionar los principios plasmados en el Plan de San Luis. Empezaron a ser Ilamados agraristas y pasaron a la rebelión desde el verano de 1911 en Chihuahua, Coahuila, Durango, Sinaloa, Puebla, Veracruz, Guerrero y Morelos, donde apareció el documento programático más importante de esta nueva revolución, el Plan de Ayala.
Emiliano Zapata y el Ejército Libertador del Sur
El "Plan libertador de los hijos del estado de Morelos", fechado el 28 de noviembre en Villa de Ayala, fue redactado por el dirigente campesino Emiliano Zapata y el profesor rural Otilio Montaño, lo que daría nombre a sus seguidores: zapatistas. El Plan de Ayala llamaba a continuar la Revolución; en sus artículos 6º y 7º se expresa la esencia de la revuelta:
El 6º señalaba que los pueblos o ciudadanos que tuvieran títulos de "terrenos, bosques y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y justicia venal", entrarían en posesión de dichos bienes, manteniéndolos "a todo trance, con las armas en la mano".
El 7º decía que puesto que "la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos carecían de medios de vida y sufrían "los horrores de la miseria, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas, se expropiarán, previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellas, a fin de que los pueblos y ciudadanos obtengan ejidos, colonias, fundos para pueblos o campos de sembradura o de labor. Es decir: restitución de las tierras usurpadas, como decía el Plan de San Luis, pero también, expropiación de las no usurpadas.
Así, los zapatistas empezaban su revolución contra el gobierno de Madero, que prolongaron contra el de Victoriano Huerta. Enfrentaron la violencia de las fuerzas del Estado, a las que luego de tres años, echaron de su región.
Francisco Villa y la revolución popular en el norte
Si los zapatistas iniciaron la revolución popular y le dieron su primer programa y una enorme fuerza moral, los rebeldes populares del norte aportaron una eficaz palanca militar. En septiembre de 1913 varios grupos se unificaron, crearon la División del Norte y eligieron como jefe a Villa.
La División del Norte conquistó el estado de Chihuahua del que Villa fue gobernador. Publicó el "Decreto de confiscación de bienes de los enemigos de la Revolución", que entregaba al gobierno revolucionario las inmensas riquezas de la oligarquía encabezada por los ex gobernadores porfiristas Luis Terrazas y Enrique Creel. Al triunfo de la causa se determinaría la distribución de esos bienes, mientras tanto serían administrados por el Banco del Estado para financiar sus gastos militares y su política social
Con los recursos expropiados Villa construyó un ejército que, a diferencia de los de Sonora y Coahuila, seguía siendo un ejército revolucionario cuyos jefes estaban íntimamente vinculados a sus bases sociales. Villa salió de Chihuahua para conquistar la Comarca Lagunera, al frente de 20 mil voluntarios bien armados. Entre marzo y abril de 1914 los villistas ganaron las batallas de Torreón y de San Pedro de las Colonias (en realidad una sola acción de armas). Derrotaron a los mejores comandantes del Ejército Federal y destruyeron la mayor concentración militar hecha por Huerta para resistir a la Revolución.
Semillas de una revolución social
El Ejército Libertador del Sur, encabezado por Zapata, nunca reconoció el liderazgo de Carranza, aunque contribuyó de manera significativa a la caída de Huerta. Cuando Zapata lanzó la ofensiva final contra el huertismo, definió su posición frente a los revolucionarios norteños, mucho más poderoso militarmente, con los que pronto tendría que tratar.
El 19 de julio Zapata y los principales jefes del sur redactaron un "Acta de ratificación del Plan de Ayala", en la que enfatizaban que el objetivo de la Revolución era la mejoría económica del pueblo y no un simple cambio de personal del gobierno y se comprometía a no dejar la lucha hasta que los postulados agraristas se convirtieran en preceptos constitucionales.
Vastas regiones de Morelos, Guerrero, Puebla y el Estado de México iban cayendo en manos del Ejército Libertador, mientras se comenzaron a revisar los títulos de propiedad de los hacendados y se confiscaron los ingenios azucareros y otras empresas para ponerlas al servicio del ejército del pueblo.
Al mismo tiempo, en el norte del país, a las expropiaciones realizadas por Villa se sumó el reparto de las tierras que los pueblos disputaban a las haciendas en el norte y el oriente de Durango. Es decir, cuando aún no triunfaba la revolución política que preconizaba Carranza aparecían ya la teoría y la práctica de una revolución social.
La guerra civil y la Constitución
La escisión revolucionaria
En agosto de 1914 la revolución se erguía victoriosa sobre el cadáver del antiguo régimen, pero la victoria se empeñaba por las diferencias entre los vencedores. La más evidente era la que separaba al Ejército Constitucionalista del Ejército Libertador del Sur, pero también en las filas del constitucionalismo había diferencias, fracciones de ese ejército empezaron a combatir entre sí cuando no había pasado una semana de los Acuerdos de Teoloyucan.
El Ejército Constitucionalista había llevado el mayor peso en la lucha contra el gobierno de Huerta. Los revolucionarios de todo el país, salvo los del Ejército Libertador del Sur, estaban incorporados al Ejército Constitucionalista Era indiscutible el carácter de Venustiano Carranza de Primer Jefe sin embargo, en agosto de 1914 estaba claro que muchos habían aceptado ese carácter únicamente mientras durara la lucha contra Huerta y que, vencido ese gobierno, su jefatura y la misma existencia del Ejército Constitucionalista, ya no tenían razón de ser. Entre quienes tenían esa convicción destacaban los jefes de la División del Norte La escisión estaba vista en junio de 1914 y en efecto ocurrió, pero no de manera sencilla, los tres meses que siguieron a los Acuerdos de Teoloyucan fueron de los más complicados de nuestra historia, después de los cuales la guerra civil reinició, ahora entre constitucionalistas y convencionistas.
La Soberana Convención Revolucionaria
El 10 de octubre de 1914, en la ciudad de Aguascalientes, se inauguraron los trabajos de la Soberana Convención Revolucionaria, que fue el último esfuerzo de los jefes de la revolución por solucionar las diferencias que los separaban y preparar un proyecto unificado, evitando así la guerra civil. Esta asamblea pacificadora fracasó; un mes después, los carrancistas la abandonaron. La Convención se mudó a la Ciudad de México convertida en órgano deliberativo y legislativo de las facciones villista y zapatista.
Durante más de un año, en la Convención se discutieron los grandes problemas nacionales, mientras los ejércitos populares combatían en todo el país contra los constitucionalistas. El resultado de esos debates fue el "Programa de reformas político-sociales de la Revolución", publicado en Jojutla, Morelos, el 18 de abril de 1916.
Muchas de las reformas propuestas incluían las formas de instrumentarse, como la destrucción del latifundio y la creación, mediante restituciones, expropiaciones y dotaciones, de la comunidad y la pequeña propiedad; la reglamentación de las explotaciones mineras y petroleras y una legislación laboral. También incluía propuestas políticas, como la instauración del voto universal, directo y secreto, la supresión del senado, la vicepresidencia y las jefaturas políticas, y la adopción del régimen parlamentario como forma de gobierno.
La guerra civil
La guerra civil de 1915, que enfrentó a los partidarios de Carranza, o constitucionalistas, contra los de Villa y Zapata, llamados convencionistas, fue la etapa más violenta de la Revolución mexicana. Se enfrentaron poderosos ejércitos mandados por jefes capaces, populares y carismáticos y terminó con la destrucción militar de uno de los bandos.
Los combates empezaron en noviembre de 1914, con el avance de la División del Norte, de Villa, sobre la capital de la República y concluyeron en diciembre de 1915, con la disolución de la División del Norte. Al calor de la guerra civil se definieron los principales objetivos y proyectos de las fuerzas en pugna, que encontrarían sus expresiones en el "Programa de reformas económicas, políticas y sociales de la Revolución", por un lado y en la Constitución de 1917, por el otro. El combate entre los revolucionarios que en agosto de 1914 habían coronado la demolición del sistema político y las instituciones forjadas durante el porfiriato, implicó también definiciones políticas e ideológicas.
Durante esta guerra se libraron las batallas más sangrientas de nuestra historia que mostraron el heroísmo y la vocación guerrera de los mexicanos, así como la insólita capacidad militar de caudillos sin formación, como Villa y sobre todo, Álvaro Obregón, que se reveló como genio militar y condujo a los constitucionalistas a la victoria.
La Constitución de 1917
Los constitucionalistas victoriosos convocaron a un Congreso Constituyente para reformar la Constitución liberal de 1857. El 1º de diciembre de 1916 Carranza entregó un proyecto restaurador de la Constitución liberal, a la que se añadía un poder ejecutivo fuerte. A ese proyecto, un grupo de jóvenes diputados sumó derechos sociales que quedaron consagrados, fundamentalmente, en los artículos 27 y 123.
El artículo 123 elevó a rango constitucional los derechos de los trabajadores: estableció el derecho de huelga, la jornada de ocho horas, el salario mínimo, la protección a las madres, la abolición del peonaje por deudas, etcétera. Todo ello hizo de ese artículo el más avanzado de la época.
El artículo 27 estipuló que la propiedad de tierras y aguas corresponde originariamente a la nación y puede transmitir su dominio a los particulares, constituyendo la propiedad privada. A ésta se le pueden imponer las modalidades que dicte el interés público, lo cual permite fraccionar los latifundios para desarrollar la pequeña propiedad o para dotar a los pueblos. Así mismo, estableció que corresponde a la nación el dominio directo del subsuelo.
Los campesinos derrotados en la guerra, triunfaron en la ley con el artículo 27, tanto para el punto de vista de los norteños, inclinados a la pequeña propiedad, como para el de los del sur, partidarios del ejido.
Las bases del nuevo estado
Venustiano Carranza era presidente desde 1917.
Aún sobreviviían grupos rebeldes: los zapatistas seguían en armas a pesar de que el gobierno había asesinado a su líder: Emiliano Zapata. El país no estaba completamente pacificado y la unidad de las fuerzas que sostenían a Carranza era frágil, lo que se evidenció durante la sucesión. Surgieron tres candidatos: Alvaro Obregón, quien se había retirado unos años a su vida de agricultor; Pablo González, que se mantuvo en el gobierno; e Ignacio Bonillas, embajador de México en Estados Unidos. Los dos primeros habían sido protagonistas de la revolución, el tercero era un desconocido que contaba con el apoyo de Carranza. El presidente desautorizó la campaña de Obregón, acusándolo de planear un levantamiento militar, la justicia lo citó a declarar, pero al enterarse que lo iban a encarcelar, se escapó en una maniobra novelesca.
El gobernador de Sonora, Adolfo De la Huerta y el general Plutarco Elias Calles, promulgaron el Plan de Agua Prieta el 23 de abril de 1920, que rompía con el gobierno federal y convocaba a derrocar a Carranza. Cuando la balanza se inclinó en su contra, éste quiso huir de la Ciudad de México y establecer su gobierno en Veracruz, pero fue asesinado antes de llegar al puerto en Tlaxcalantongo, Puebla.
El nuevo caudillo
A la muerte de Carranza, el Congreso nombró presidente interino a De la Huerta. En los seis meses de su presidencia acomodò las piezas sueltas negoció con Pancho Villa que dejara las armas, con Pablo González su retiro político; con los zapatistas su pacificación y desterró a Félix Diaz, el último rebelde que buscaba la restauración porfirista.
Resultó difícil firmar la paz con Villa, porque tanto Calles, secretario de guerra, como Obregón, candidato a la presidencia, se oponían a negociar con él, querían su derrota. Calles había mandado al general Joaquin Amaro a perseguirlo a Chihuahua, pero Villa realizó una verdadera hazaña cabalgando 700 kilómetros en territorio desértico con sus 800 hombres para caer sobre Sabinas, Coahuila. Ahí reinició la negociación vía telegráfica con De la Huerta, llegando a un acuerdo. Finalmente, el 31 de agosto de 1920 Villa licenció a sus tropas y se retiró a una vida de trabajo a la Hacienda Canutillo, junto con un grupo de sus leales.
La pacificación del país no se debió sólo al talento político de De la Huerta, sino que fue consecuencia de las alianzas que hizo Obregón aprovechando los enconos contra Carranza, sumando apoyos dentro del Ejército y seduciendo a gobernadores y caciques. Lo pudo hacer gracias a su trayectoria: era el general de los grandes triunfos. El 5 de septiembre de 1920, Obregón ganó ampliamente las elecciones a la presidencia.
Obregón y Calles
En los primeros tres años de su gobierno, de 1920 a 1923, Obregón mantuvo una paz que no se había vivido en los veinte años anteriores. El movimiento obrero vivió un buen momento, no sólo por la presencia de la Confederación Regional Obrera de México, aliada del gobierno, sino de otros sindicatos, lo que permitió hacer realidad conquistas asentadas en la Constitución de 1917, como la jornada laboral de ocho horas. La obra más trascendente del gobierno obregonista fue la educativa. José Vasconcelos, rector de la Universidad Nacional y después secretario de Educación Pública, desarrolló una actividad extraordinaria en la construcción de escuelas, propiciando un verdadero renacimiento cultural.
En julio de 1923 Villa fue asesinado. El presidente Obregón prometió una investigación que nunca se hizo seriamente. El país volvió a vivir en la incertidumbre mientras se acercaba la sucesión presidencial. Había dos candidatos: De la Huerta y Calles, ambos protagonistas de la rebelión de Agua Prieta, ambos sonorenses. Obregón se inclinó por Calles, lo que dio lugar a la rebelión delahuertista que contó con el apoyo de una parte del ejército, pero fue derrotada. El 1 de diciembre de 1924 Calles asumió la presidencia,
Para 1926, las relaciones del gobierno de Calles con la Jerarquía católica eran un continuo enfrentamiento. En 1927 estalló la Rebelión de los Cristeros que se extendió, principalmente, por el centro occidente del país.
Reelección y muerte de Obregón
Obregón planeaba volver a la presidencia. Calles le abrió el camino legal y Obregón fue reelecto, pero fue asesinado por un católico radical el 17 de julio de 1928. El crimen estaba más relacionado con el conflicto religioso, pero los obregonistas quisieron ver en ello la mano de Calles.
Emilio Portes Gil fue nombrado presidente interino en 1929. Durante su gobierno enfrentó la crisis política creada por la muerte del caudillo, convocó a elecciones e hizo un acuerdo con la iglesia que dio fin a la rebelión cristera. Solucionó el conflicto estudiantil que finalizó con el otorgamiento de la autonomía a la Universidad Nacional. Enfrentó y derrotó la rebelión militar del general José Gonzalo Escobar, que contaba con una parte del ejército. Calles, todavía políticamente fuerte, intentó lograr estabilidad mediante la formación de un partido que unificara a los jefes revolucionarios. Así nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR) que postuló a Pascual Ortiz Rubio como candidato a la presidencia.
El PNR no tuvo un inicio tranquilo, frente a él, surgió un candidato popular y de gran autoridad moral: Vasconcelos, ex secretario de educación. La campaña vasconcelista despertó entusiasmo en amplios sectores, llenó plazas en todas las ciudades. Era el candidato civil que acabaría con la era de los militares; el movimiento de Vasconcelos acabó en una derrota electoral que sus seguidores Ilamaron fraudulenta. Ortiz Rubio fue presidente, pero Calles siguió siendo el hombre fuerte.
El Cardenismo
Jornadas presidencialistas
En diciembre de 1933 el general Lázaro Cárdenas del Río fue designado candidato del Partido Nacional Revolucionario a la presidencia. Desde el principio de su campaña y mediante su programa de gobierno, el "Plan Sexenal", Cárdenas mostró su vena revolucionaria declarando que la crisis económica y política debía superarse dando cumplimiento a lo plasmado en la Constitución de 1917.
Para lograrlo. Cárdenas necesitaba sacudirse la tutela de Calles, "Jefe Máximo de la Revolución" y para ello,con el apoyo de los trabajadores organizados, se propuso la concentración del poder en el presidente. De ello resultó la construcción de una pieza esencial del sistema político mexicano: el presidencialismo. En año y medio, sin matar a nadie, rompiendo la tradición de mandar al enemigo al paredón y de arreglar todo a balazos, Cárdenas consolidó el poder presidencial, colocó a los secretarios de Estado bajo sus órdenes, sometió a los cacicazgos, disciplinó a los gobernadores a las políticas del centro y consiguió la colaboración del poder Legislativo
¿Para qué el presidencialismo? Para cumplir con el Plan Sexenal y porque era un paso contra la dispersión del poder nacida de la Revolución para culminar, aun a costa de su iniciador. la labor institucionalizadora del general Calles.
Reunido el poder en sus manos. Cárdenas se propulsa cumplir su principal promesa de campaña, lanzándose de lleno a las Jornadas Agraristas
Jornadas agraristas
La reforma agraria cardenista se basó en una concepción distinta de la que hasta entonces habían sostenido los revolucionarios en el poder que, no en vano norteños, entendían las dotaciones y las restituciones como una etapa de transición que debía acabar en la conversión de los ejidatarios en pequeños propietarios.
Para Cárdenas, el ejido debía convertirse en una institución permanente, transformándose en el eje de la economía agraria, en palabras del presidente, el ejido no sólo debía liberar "al trabajador del campo de la explotación de que fue objeto", también debía, "como sistema de producción agrícola", asumir "la responsabilidad de proveer la alimentación del país".
Bajo la protección del gobierno, con el auxilio del Departamento Agrario y el Banco de Crédito Ejidal, se proyectó transformar la vida rural del país, no sólo se trataba de dotar de tierras a los pueblos, sino de proveerlos, construir obras de riego, vías de comunicación, fundar escuelas.
A mediados de 1936 empezó el reparto a gran escala. En dos años se repartieron más de 18 millones de hectáreas de tierra productiva a más de un millón de jefes de familia, transformando radicalmente la estructura social del país. Con la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores del campo se fortalecía el mercado interno y se estimulaba el crecimiento económico y demográfico que el país experimentaría en las décadas siguientes.
Jornadas nacionalistas
Como la reforma agraria, la expropiación petrolera tuvo gran trascendencia, si bien ésta no era parte del programa de gobierno, el nacionalismo económico sí lo era. El Plan Sexenal estipulaba que se regularía a las empresas extranjeras, defendiendo los intereses de la nación y de los trabajadores alentando a la industria nacional.
Cuando las compañías petroleras se negaron a aceptar un fallo adverso de la Suprema Corte -después de una larga huelga del Sindicato Petrolero- y rechazaron los intentos de mediación del gobierno, el 9 de marzo de 1938 cuando el presidente regresaba de Zacatepec, Morelos en donde había inaugurado el primer ingenio construido por el Estado, se detuvo en la entrada de su finca Palmira y llamó a su lado al general Múgica, su colaborador de más confianza; caminando juntos tomaron la decisión de expropiar los bienes de las compañías petroleras. El 18 de marzo Cárdenas leyó el decreto expropiatorio, acto que fue transmitido por radio a todo el país. El gobierno acababa de poner en manos del Estado la mayor riqueza natural de México.
Con este acto audaz, el cardenismo llegó a su punto más alto, durante el resto del sexenio el presidente parecía atenuar su política revolucionaria, pero en realidad, trataba de consolidar lo obtenido y evitar que la hostilidad extranjera se agudizara.
¿Cambió al país la Revolución mexicana?
Tres décadas después de la lucha armada, un pais casi despoblado, con el 72% de analfabetismo y el 85% de población rural, en el que había condiciones de trabajo cercanas a la esclavitud, México duplicó su población, abatió el analfabetismo y redujo los abismos sociales.
Los detonantes de esa transformación fueron la política educativa del gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) y el reparto agrario cardenista (1934-1940). Aunque gobiernos posteriores frenaron la Reforma Agraria, el reparto cardenista modificó las relaciones sociales en el campo y tuvo efectos directos en la producción y en el consumo popular. El aumento demográfico y de la producción agrícola facilitó la industrialización.
La constitución de 1917 ha sido reformada muchas veces, pero en lo esencial conserva los planteamientos de los liberales de 1857, los aportes de los revolucionarios de 1910 y ha sido pieza central en la idea colectiva de nación. La sociedad movilizada se ha referido a ella para defender el carácter laico del Estado y los derechos sociales asentados en los artículos 3º, 27 y 123.
El cambio más profundo que sembró la Revolución fue cultural; la lucha armada y la zozobra dejaron marcas indelebles: las artes devolvieron a los mexicanos la imagen de sí mismos descubriendo el paisaje y las dimensiones de un país enorme, La pintura, la música, la fotografía, la literatura y el cine, expresaron el alma de una nación que vivió la experiencia de las armas, las traiciones y las batallas épicas. El país no puede ser el mismo: permanece en su memoria una revolución.